sábado, 3 de agosto de 2013

"WE are the music makers. WE are the dreamers of dreams." Willy Wonka & The Chocolate Factory.


Las generaciones de ahora mayormente recuerdan al Willy Wonka original por el conocido meme en las redes sociales, o tendrán de única referencia a la personificación de Johnny Depp en la película de Tim Burton, pero gran parte de mi generación estará de acuerdo en que el Willy Wonka definitivo aún sigue siendo Gene Wilder en la versión de 1971 de Will Stuart, primera adaptación del libro clásico de Road Dahl.

Lo primero que vale la pena recordar sobre este clásico es que es es un musical, y uno muy muy bueno, con composiciones a la altura de The Wizard of Oz o The Sound of Music. La cinta abre de hecho con la culturalmente conocida "The Candy Man Can" y desde ahí es difícil no dejarse llevar.

Poco tiempo después conocemos a Charlie en la persona de Peter Ostrum, y lo que me agrada mucho es que no tratan de hacer al niño un ángel intachable con cara manipulable para inspirar ternura, y sin embargo termina por generar mayor simpatía por esto y una que otra escena chusca para quitarle de encima el aura de santo y verlo como un niño más que también desea divertirse. Es fácil si tuviste una infancia donde no obtenías todo lo que pedías, identificarte con una u otra escena. El joven vive con sus cuatro abuelos y su madre y coopera con la casa mediante un trabajo de repartidor de diarios, y es necesario hacer mención aquí del abuelo de Charlie, interpretado por el genial Jack Albertson, quien es el conecte con la audiencia sobre la capacidad de ser soñadores impedernidos a pesar de la edad.


Toda la primera mitad de la película habla sobre la búsqueda del boleto dorado que permitirá visitar la fábrica de chocolates de Willy Wonka y a excepción de unas escenas un con un humor un tanto forzado, toda esa primera parte se siente suficientemente real (hablando de una película de fantasía) para poder relacionarnos con ella. Es un gran acierto que el personaje de Willy Wonka no aparezca durante todo este tiempo, alimentando el misterio y la expectación logrando que cuando el momento de entrar a la fábrica llega, el entusiasmo sea compartido con la audiencia.

Una vez entramos a la fábrica la película es toda de Gene Wilder, cuya interpretación de Wonka es inteligente, suficientemente serio y niño a la vez, cínico y siniestro en la dosis correcta, sin convertirse en una caricatura como el Wonka de Tim Burton. No hay palabra que diga que no contribuya a hacer crecer su personalidad, sus oompa loompas son todos unos personajes con sus canciones aleccionadoras y coreografías, y... que más puedo decir sin aburrirles, es una película plagada de atención a pequeños detalles que la enriquecen y la hacen tremendamente disfrutable a pesar del paso de los años, principalmente porque nos adentra en un mundo imaginativo donde no era necesario el empleo de gráficos a computadora para llevar a cabo una visión tan llena de imaginatividad. El hecho de que la cinta sea diseñada para apelar tanto al adulto como al niño (con momentos que seguro hicieron que padres en ese tiempo levantaran la ceja) es probablemente uno de sus mayores logros.


Finalmente lo reitero, lo que convierte relatos como éste en perdurables es la forma en que emplee sus encantos para dar una declaración sobre la vida real, a través de mensajes que sigan apelando a los dilemas humanos. En el caso de Willy Wonka and the Chocolate Factory todo es un asunto sobre fe, y mantenerse fiel a los actos que nos hacen más valiosos que los medios que puedan aplacar nuestra necesidad aún en medio de la crisis. Que el corazón no egoísta sea valorado por alguien mayor y tenga una recompensa en un mundo donde el dinero parece mandar, bueno, la gente necesita recordar y creer aún en mensajes como ése.

"Charlie, just be glad you are you."

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